Una empresa que alquila actores para que jueguen el papel de un familiar ausente. A mi modo de ver, una situación genial para el cine, pero desaprovechada. ¿Un Herzog vago? En la mayoría de sus películas (las que vi, que no son todas) la osadía de Herzog reside en la sorpresa que acontece con la cámara prendida, el gran azar producido por el cine o frente al cine. El barco encallado en Fitzcarraldo, el volcán en erupción en la isla de La soufrière, la muerte del alpinista en Grito de Piedra, la grabación sonora de la muerte del rey de los osos de Grizly Man (ahí dónde Herzog encuentra su límite y nos dice: no les puedo hacer escuchar esto). En esos gestos que desbordan todo relato y escapan al control, al punto tal de poner en riesgo la vida de los involucrados, está el cine al desnudo. En esta película la sorpresa -la fascinación por esta empresa- precede al rodaje. En Family Romance hay una frialdad programada que se parece a la de los robots que retrata. Esto sucede a pesar de que Herzog filma casi solo, siendo su propio camarógrafo, y a pesar de que las escenas tienen un enorme grado de improvisación. Ahí hay una enseñanza: filmar en solitario y abrirse a la improvisación no garantiza la escucha profunda del mundo. "Puede fallar". La estructura de la película castra las escenas antes de que se puedan desarrollar, corta a los intercambios monetarios que revelan la empresa detrás de la actuación. Dado el tema, la forma de la película podría ser desquiciada, como en ese juego de espejos que es F de Falso de Welles, pero Herzog se inclina por una forma apolínea, descartando toda "borrachera cinematográfica" a la que nos tiene acostumbradxs, ese exceso quijotesco que lo caracteriza.
Algo que sí me parece interesante y sirve -de manera aislada respecto a la película- para la dirección de actores son algunas pequeñas líneas de diálogo, posiblemente guionadas por él: imitar el tic de una persona no garantiza que el actor se parezca más a ella, sino todo lo contrario.
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